Llevaba ya una temporada sin dormir. La última vez que lo había hecho había sido la vez esa que lo fue a visitar su madre y lo colocó, pese a su metro noventaidos, adentro de la cuna que el había usado de pequeño y que hasta ese momento tenía reservada para su futuro hijo (no es que no hubiera tenido hijos hasta ese entonces, sino que los daba en adopción por no tener esos cinco lunares en la nariz que eran condición para ser un auténtico Tal van Rat). Ese día su madre también le cantó una canción que escuchó difusamente por tener las orejas tapadas con las manos, hubiera querido ubicarlas en los dedos gordos de cada pie (todos los dedos de los pies de Van Rat eran dedos gordos, condición física que generaba un gran contraste con los dedos de sus manos que eran tan delgados que complicaban la simple acción de tomar un cuchillo de los que son para untar queso) pero era imposible en la pequeña cuna. La canción a pesar de su sonido balbuceante tenía una tierna desafinación sincera. Ese día despertó con múltiples dolores que no lo preocuparon porque pensó que de cierta manera lo emparentaban con cualquier tipo de deporte que el no practicara. Esa era la última vez que Van Rat había dormido.
Accionar. Caminó unas cuadras hasta la carpintería del carpintero culto que se negó a construirle la cuna gigante y encomendó a Van Rat que consultara con un psicólogo porque podría estar sufriendo una regresión a la infancia; Van Rat respondió que no se trataba de ninguna regresión y que nunca había abandonado su infancia, convenciéndolo de la imposibilidad de regresar a un lugar que nunca se abandono (idea de Van Rat explotada hasta el hartazgo por el tango). Se puso entonces las ropas de leñador y salió a recoger maderas de diferente corrupción y tinte para construir su propia cuna. Lo logró. Mando a un cuervo mensajero a que trajera a su madre para que le cantara la canción de cuna. Lo logró. Su madre que tenía una fuerza desmedida golpeo la puerta y la derribo sin intención. Acostó a Van Rat en la cuna gigante, tomo un té con miel y sal para preparar su voz y recordó entonces que había olvidado la canción.
sábado, 5 de abril de 2008
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