lunes, 17 de noviembre de 2008
jueves, 29 de mayo de 2008
Sombras.
domingo, 25 de mayo de 2008
Ruud Tal van Rat: Tiempos de guerra.
Corrían tiempos de guerra, él mismo la había causado. Como ciudadano del país de hombres con botas ajustadas, jamás debió haberle robado el autito a fricción al retrógrado hijo del emperador del país recolector de lombrices.
Por aquél entonces el reconocimiento de los hombres de botas ajustadas hacia Tal van Rat era unánime. Hacía un par de meses él había creado un complejo sistema de ajuste de botas que había cumplido el sueño de sus coterráneos, botas tan ajustables que cortaran la circulación de cualquier pie existente.
El emperador del país recolector de lombrices ofreció recompensa por el cadáver de Tal van Rat, el emperador del país de hombres de botas ajustadas declaró la guerra al país recolector de lombrices.
Todos sabemos que las botas ajustadas pisan a las lombrices, aunque este no era motivo para que un país venciera sobre otro. El armamento con el que se enfrentaban eran pantuflas, que se habían dejado de utilizar en el país de hombres con botas (por obvias razones) y que habían sido exportadas al país recolector de lombrices.
Tal van Rat era el encargado de dirigir a las tropas de ambos países, unos iban detrás de él para defenderlo y otros para acribillarlo. Por lo general olvidaba que era perseguido y prefería tirarse a hacer la plancha en el río.
Los combates durante meses fueron feroces, y dejaron como saldo varios soldados con moretones en cada ejército.
El conflicto causó grandes crisis en otros países del mundo, en el país lustrador de botas la gente moría de hambre, en el país pescador los peces morían de hambre; en los demás países las personas se veían sumidas en grandes depresiones por lo mal que iba la cosa en país pescador y país lustrador.
Afortunadamente Van Rat decidió poner fin a todo esto devolviendo el autito a fricción al hijo del emperador. El hijo del emperador tiró el autito hacia atrás pero este no camino hacia delante. El emperador tiró a su hijo hacia atrás y este cayó por un precipicio. Todavía no se inventaron los hijos de emperadores a fricción.
Por aquél entonces el reconocimiento de los hombres de botas ajustadas hacia Tal van Rat era unánime. Hacía un par de meses él había creado un complejo sistema de ajuste de botas que había cumplido el sueño de sus coterráneos, botas tan ajustables que cortaran la circulación de cualquier pie existente.
El emperador del país recolector de lombrices ofreció recompensa por el cadáver de Tal van Rat, el emperador del país de hombres de botas ajustadas declaró la guerra al país recolector de lombrices.
Todos sabemos que las botas ajustadas pisan a las lombrices, aunque este no era motivo para que un país venciera sobre otro. El armamento con el que se enfrentaban eran pantuflas, que se habían dejado de utilizar en el país de hombres con botas (por obvias razones) y que habían sido exportadas al país recolector de lombrices.
Tal van Rat era el encargado de dirigir a las tropas de ambos países, unos iban detrás de él para defenderlo y otros para acribillarlo. Por lo general olvidaba que era perseguido y prefería tirarse a hacer la plancha en el río.
Los combates durante meses fueron feroces, y dejaron como saldo varios soldados con moretones en cada ejército.
El conflicto causó grandes crisis en otros países del mundo, en el país lustrador de botas la gente moría de hambre, en el país pescador los peces morían de hambre; en los demás países las personas se veían sumidas en grandes depresiones por lo mal que iba la cosa en país pescador y país lustrador.
Afortunadamente Van Rat decidió poner fin a todo esto devolviendo el autito a fricción al hijo del emperador. El hijo del emperador tiró el autito hacia atrás pero este no camino hacia delante. El emperador tiró a su hijo hacia atrás y este cayó por un precipicio. Todavía no se inventaron los hijos de emperadores a fricción.
sábado, 5 de abril de 2008
Ruud Tal van Rat: Canciones de cuna.
Llevaba ya una temporada sin dormir. La última vez que lo había hecho había sido la vez esa que lo fue a visitar su madre y lo colocó, pese a su metro noventaidos, adentro de la cuna que el había usado de pequeño y que hasta ese momento tenía reservada para su futuro hijo (no es que no hubiera tenido hijos hasta ese entonces, sino que los daba en adopción por no tener esos cinco lunares en la nariz que eran condición para ser un auténtico Tal van Rat). Ese día su madre también le cantó una canción que escuchó difusamente por tener las orejas tapadas con las manos, hubiera querido ubicarlas en los dedos gordos de cada pie (todos los dedos de los pies de Van Rat eran dedos gordos, condición física que generaba un gran contraste con los dedos de sus manos que eran tan delgados que complicaban la simple acción de tomar un cuchillo de los que son para untar queso) pero era imposible en la pequeña cuna. La canción a pesar de su sonido balbuceante tenía una tierna desafinación sincera. Ese día despertó con múltiples dolores que no lo preocuparon porque pensó que de cierta manera lo emparentaban con cualquier tipo de deporte que el no practicara. Esa era la última vez que Van Rat había dormido.
Accionar. Caminó unas cuadras hasta la carpintería del carpintero culto que se negó a construirle la cuna gigante y encomendó a Van Rat que consultara con un psicólogo porque podría estar sufriendo una regresión a la infancia; Van Rat respondió que no se trataba de ninguna regresión y que nunca había abandonado su infancia, convenciéndolo de la imposibilidad de regresar a un lugar que nunca se abandono (idea de Van Rat explotada hasta el hartazgo por el tango). Se puso entonces las ropas de leñador y salió a recoger maderas de diferente corrupción y tinte para construir su propia cuna. Lo logró. Mando a un cuervo mensajero a que trajera a su madre para que le cantara la canción de cuna. Lo logró. Su madre que tenía una fuerza desmedida golpeo la puerta y la derribo sin intención. Acostó a Van Rat en la cuna gigante, tomo un té con miel y sal para preparar su voz y recordó entonces que había olvidado la canción.
Accionar. Caminó unas cuadras hasta la carpintería del carpintero culto que se negó a construirle la cuna gigante y encomendó a Van Rat que consultara con un psicólogo porque podría estar sufriendo una regresión a la infancia; Van Rat respondió que no se trataba de ninguna regresión y que nunca había abandonado su infancia, convenciéndolo de la imposibilidad de regresar a un lugar que nunca se abandono (idea de Van Rat explotada hasta el hartazgo por el tango). Se puso entonces las ropas de leñador y salió a recoger maderas de diferente corrupción y tinte para construir su propia cuna. Lo logró. Mando a un cuervo mensajero a que trajera a su madre para que le cantara la canción de cuna. Lo logró. Su madre que tenía una fuerza desmedida golpeo la puerta y la derribo sin intención. Acostó a Van Rat en la cuna gigante, tomo un té con miel y sal para preparar su voz y recordó entonces que había olvidado la canción.
domingo, 23 de marzo de 2008
domingo, 2 de marzo de 2008
jueves, 28 de febrero de 2008
Ruud Tal van Rat: Engañando poetas.
Trabajaba en ese entonces como vendedor ambulante de autos, llevaba siempre cuatro o cinco autos encima, avanzaba muy despacio, como de a cien metros, estacionaba medio torcido, caminaba hacia atrás y volvía a avanzar pero con otro auto. Los había comprado porque siempre le gustó llegar a las fiestas de cumpleaños con varios autos, se sentía un héroe si alguien tenía que ser trasladado a un hospital de emergencia, el manojo de llaves empezaba a sonar. Como vendedor ambulante se sabe que se corre el riesgo de tener que enfrentar preguntas de personas que están geográficamente desorientadas y quieren saber como se llega a la plaza del monumento a los caídos en el combate de arcos y flechas por la independencia de los colonizadores esclavistas corporativos, Van Rat generalmente no mentía e indicaba con precisión la manera de llegar a destino correctamente aunque con una pequeña migraña, pero siempre hubo una clase de personas a las que nunca le pudo decir la verdad: a los poetas. Para verificar si la persona que preguntaba por tal calle, por tal prostíbulo, o por Tal Van Rat (que también era el nombre de un pueblo en el que se habían unido las colectividades ecuatorianas y rusas, y se alimentaban generalmente de bananas acompañadas con pequeños sorbos de vodka) no fuera un poeta los sometía a un testeo que tenía especialmente diagramado; soplaba el ojo del conductor perdido y hurgaba en las sensaciones, de esta manera un conductor sin aptitudes poéticas decía que sintió olor a naranjas, mientras que los poetas generaban respuestas más complejas, una vez cazó un poeta que respondió: “ojalá esa fragancia fuera la de algún fruto prohibido, huelo la hambre evaporada por el delicioso jugo de la naranja”, poeta y malo, fue a parar a la verdulería atendida por epilépticos ambidiestros. Intentaba engañarlos por distintos medios, que no solo fueran a parar a lugares indeseables, sino también generar falsas inspiraciones, andar inventando semblantes demasiado grotescos, muecas exageradas de dolor en las que los poetas creían estar percibiendo el sufrimiento de la humanidad.
Las ruedas de los autos por vender fueron pinchadas.
No resulta raro que la nueva generación de poetas franceses haya dejado de escribir poesía, y solamente se dedique a intentar masacrar a Tal Van Rat, suceso que desembocará inevitablemente en una novela realista anglosajona.
Las ruedas de los autos por vender fueron pinchadas.
No resulta raro que la nueva generación de poetas franceses haya dejado de escribir poesía, y solamente se dedique a intentar masacrar a Tal Van Rat, suceso que desembocará inevitablemente en una novela realista anglosajona.
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