(Van Rat comienza a escribir porque no encuentra el capuchón de su lapicera)
El hombre resurgió de la campana-pecera. Desde adentro los peces comen dulces húmedos de una cuchara y ríen de las redes tendidas por los pescadores por su parecido con las hamacas paraguayas. Los cimbronazos de la campana maldita desconciertan a los pájaros hasta dejar sus alas como constipadoras, a los árboles que se dualizan y despegan su copa como si fuera una estampilla mal ensalivada, a las flores que disgregan sus pétalos hasta construir un muro que inhiba la tijera. El ventilador con la campana-pecera como médium desestabiliza al paracaídas acorazado con rubíes. Cabellos demenciales, como no podía ser de otra manera en un hombre que trabaja en una “Tarantulería” de cartel potencialmente luminoso y visitado asiduamente por insectos adictos. Los perros deben cuidarse más que nunca de las garrapatas porque ahora portan hachas. La momia egipcia es molida a campanazos.
Tener especial cuidado con el hombre que se camufla con el río, sus brazos largos aspiran de el lado opuesto del mundo. Las mariposas adquieren la lógica de las abejas y en el circo los puñales van hacia las manzanas. La salida es la mentira.
miércoles, 30 de enero de 2008
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